Francia, 1904
Las primeras bicis estaban equipadas con ruedas de carro redimensionadas. Esto sumado a la ausencia de neumáticos con cámara de aire, hacía de estos aparejos algo tremendamente incómodo. Por este motivo desde los inicios de los velocípedos una de las obsesiones de los fabricantes era hacer unos aparatos que pudiesen absorber de alguna forma las vibraciones generadas durante el recorrido, hecho que los llevará a experimentar con todo tipo de mecanismos de suspensión, como por ejemplo esta Clement, con un sistema de suspensión de resorte invertido delante y un brazo basculante atrás.
Encontramos las primeras evidencias de sistemas de suspensión primitivos miles de años atrás. Los celtas, por ejemplo, idearon un mecanismo que gracias a unas tiras de cuero mantenía el habitáculo del carruaje alzado respecto el resto de vehículo.
De hecho, la palabra “suspensión” la debemos a este invento de los celtas en qué la cabina se “suspendía” por encima del resto de carruaje.
La suspensión siguió evolucionando en distintas direcciones, y darían un salto de gigante cuando el 1763 Richard Tredwell patentó la suspensión helicoidal (la suspensión de muelles), pero la solución no se aplicaría en los transportes hasta finales del siglo XIX, ya que las técnicas constructivas, los materiales y la velocidad de los transportes no estaban aun suficientemente desarrolladas.